• Fecha y lugar de publicación original:
  • Enero 07/2011. Austin, Texas. USA
Textos y fotos: Carlos H. Lozano

Entrar al consumo de drogas es cuestión de breve tiempo, pero salir puede durar una vida eterna. Oscar Medina no paraba de inyectarse droga en su cuerpo, perdió su juventud, dinero y por poco la vida.

La familia lo acompañó y vivió este calvario de años de consumo de drogas. Hasta que un día su cuerpo y la mente no dieron más. Se rindió ante los Ojos de Dios’ como él lo dice. Hace ya casi un año su vida cambió. Su pasado en el consumo de las drogas le dejó un camino oscuro en lo personal y ser portador del VIH, Sida.

Juventud, “diversión” y cárcel
Oscar nació en Humacao, Puerto Rico y emigró a los nueve años a los Estados Unidos. Comenzó joven a consumir drogas viviendo en la ciudad de Philadelphia en Pennsylvania. Las calles y la cárcel lo formaron en su juventud. Ya había aprendido a atracar, asaltar. Se las ingeniaba para conseguir dinero y comprar la droga. Pero apenas despuntaban sus juveniles años y entrando a los 19, cayó preso por posesión de “piedra o roca de cocaína” y le aplicaron cargos por intentar comercializar sustancias controladas.

Su hermano Félix pagó una fianza de $230 dólares y salió de la cárcel bajo fianza. Pero el burló la confianza y se escapó para Puerto Rico en una decisión de loca juventud. En la isla continúa una desenfrenada vida en el consumo de heroína inyectada, que cada vez lo hacia más adicto. Asaltar, robar, atracar, mentir, cuidar prostitutas, consumir drogas, entre otros delitos, son sinónimos de lo normal en esta etapa de su vida.

“Entraba más fácil a la cárcel que a una iglesia” expresa Oscar. Salir y entrar a la prisión era para él una rutina. Hasta que es condenado a diez años. En el 2000 fue liberado bajo palabra y a las dos semanas lo arrestan de nuevo por asalto a mano armada e intento de asesinato. El peso de la ley le aplica cinco años más a su condena inicial y es recluido en sección de máxima seguridad. Así completa entre entradas y salidas 17 años en diferentes prisiones.

“La vida en la cárcel no es para regenerar a nadie, consumía más droga adentro que en la calle” dice Oscar. Habla de que la vida al interior de la prisión lo hizo más adicto. “Todos los días y durante el día me inyectaba, no una sino cuantas veces pudiera. Me ‘curaba’ bien temprano en la mañana”, esto hacía parte del vivir recluido. “Curarse” para un adicto a la heroína es aplicarse una dosis para controlar la enfermedad o sea la adición al vicio. “Para uno no sentirse preso se consume y se inyecta droga” dice Oscar. A la cárcel llega de todo y nunca se sabe cómo, pero es una verdad tan real como la condena, explica. “A la prisión llegaba primero lo que recién salía al mercado. Celulares, juegos, videos, y cuanto ‘juguete costoso’ iba para las tiendas, nosotros ya los teníamos, así que el mercado de la droga era asunto normal”, explica Oscar y concluye: “La vida en la cárcel es un infierno, nunca hubiera salido de las drogas si sigo encerrado”.

La realidad familiar y enfrentarse al VIH

Cuando se está involucrado en el ambiente y consumo de las drogas el problema no se lleva solo. Esto lo tenía claro Oscar. “Siempre había pensado en el gran dolor y sufrimientos de mis padres cuando estaba en este oscuro ambiente, ellos sufrían mucho”. A tal punto llegaba el drama familiar que todos los intentos porque Oscar dejara las drogas habían sido insuficientes.

Las vías de la sanidad estaban agotadas. Oscar seguía inyectándose cuanta heroína lograba conseguir. Nada lo frenaba. Ni cuando se dio cuenta que era portador positivo del virus del VIH, SIDA. “En un examen médico que me realizaron en el 2006 en la cárcel di positivo en la prueba” afirma. El piensa que adquirió el virus en el año 2000 cuando tuvo relaciones sin protección con una mujer. ¿Cómo fue esto de enfrentarse a la realidad de tener el virus del VIH? “Para mí fue algo normal. Cuando el médico me lo dijo no tuve problema en aceptarlo, pues estaba en un ambiente del que todo se puede esperar. Yo acaso venía de ‘recoger flores’. Estaba inyectándome heroína con jeringas que compartía con varias personas durante años, tanto en la cárcel como en la calle y tenía sexo sin ninguna protección, pues era lógico que lo tuviera.

Ni sabiendo esto paré de seguir en la droga, nada me detenía”. Sin embargo su familia seguía con el apoyo, le enviaban dinero y lo necesario a la cárcel. El consumía su juventud y la vida ingresado en la prisión, pero con la fecha de su salida y de cumplir la condena pendiente en la memoria. “Las sustancias en el cuerpo se van tan rápido como la vida misma, pero las fechas de ingreso y salidas siempre las tienes presentes”.

La salida, el rostro de su padre y el arrepentimiento

Oscar Medina cumple su condena y sale de 36 años a la libertad. Recuerda que su padres fueron a la cárcel a recogerlo y lo llevaron a su casa natal. Pasaron algunos días y quería llevar una vida normal. Tener un trabajo y estudiar, pero el círculo social y las antiguas amistades lo tentaron. Al fin y al cabo venía de ser drogadicto recluido. Un día cuatro hombres armados lo perseguían para matarlo por un ajuste de cuentas pendientes. El logró burlarlos y esconderse en un monte bajo un pequeño arbusto. Los hombres estaban tan cerca que escuchaba su agitada respiración. “Ese día me encomendé a Dios y le pedí que si me sacaba vivo de esta, me entregaría a El Señor y me dio otra oportunidad”. Ya no daba más. Estaba cansado y agotado de esta vida. “Ya no podía. Estaba desesperado, no tenía paz.

Un día vi detenidamente el rostro de mi padre, estaba más agotado que yo. El también parecía un adicto, pero era de tanto sufrimiento, estaba matando en vida a mi padre”. Esto fue en el 2009. Oscar buscó ayuda. Y tomó la decisión que hoy en día lo tiene alejado de un mundo al que no quiere regresar. “Lo mejor es alejarse del ambiente conocido. Buscar a Dios sobre todas los intereses. Arrepentirse y pensar que hay otras oportunidades y personas que de verdad te quieren ayudar. Que no hay que pagar por rehabilitarse, eres tú el que tienes que darse cuenta que puedes lograr el cambio y en REMAR USA encontré todo lo anterior.

He pasado del infierno a la gloria” concluye Oscar Medina. Se acuerda que es la primera navidad desde que tenía 20 años que la pasa sin consumir drogas. Por primera vez en su vida compró regalos para dar. Habla con sus padres y sabe que están tranquilos. Ante los Ojos de Dios está sano. Es 31 de Diciembre. Son las 8:30 de la noche y se encuentra sentado con otros ex-adictos viendo la televisión. Ya han orado y cenado en grupo. Después de 18 años es su primer fin de año sobrio.

Una rehabilitación sin costos

Ricardo Ortiz hace más de tres años también dejó las drogas y ahora es el director de REMAR USA en Austin, Texas. Para él no ha sido fácil encontrar el camino pero lo logró. Se siente muy tranquilo y en paz. Es ahora un hombre útil para la sociedad y junto a Oscar Medina son los encargados de la parte administrativa de la sede. Se mantienen tan ocupados que no tienen tiempo de pensar en nada más que ayudar a otras personas. En un trabajo de grupo han logrado estabilizar económicamente la sede. REMAR USA en Austin, tiene una casa rural, la “La Finca”, la cual está cerrada por falta de fondos económicos. “Estamos trabajando muy duro para abrirla y necesitamos ayuda. Recibimos donaciones como muebles y electrodomésticos, ropa en buen estado y limpia. Ayudamos a mucha gente y esperamos que nos apoyen”.

Por Carlos H. Lozano

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