• Fecha y lugar de publicación:
  • Febrero 24/2011. San Marcos, Texas.
Textos y fotos: Carlos H. Lozano

“¿Por qué nací así, papá?”, era la pregunta frecuente que se hacia José por muchos años. La respuesta la obtuvo durante esta entrevista y su padre le confiesa: “Yo nunca le había contado a Pepito todo esto… lo del desprecio de su madre cuando nació, después de verlo. Ella no lo aceptó, pero era mi hijito y tenía que luchar por él”. Sus miradas se encuentran y en ellas hay un gran amor y respeto mutuo.

José Villa Jr ahora tiene 32 años y nació con una malformación en su cuerpo, sin brazos, un corazón que apenas latía y varios problemas físicos que limitaban su desarrollo como un ser humano normal. Su corazón era débil y los médicos en México, en esa época, no le daban esperanzas de sobrevivir. Pero la vida le tenía un destino diferente marcado por el gran amor de su padre José Villa.

EL SECRETO
El nacimiento, el desprecio de su madre y la infancia
José Villa Jr. nació en Tenancingo (Toluca, México) y fue el sexto hijo de José Villa y Maricela Guadarrama.
Cuando Maricela quedó embarazada de José, la pareja pasaba por un mal momento y pensó en abortar, no deseaba tenerlo. Y aunque el padre de la criatura estaba en contra de los deseos de su esposa, ella decidió abortar.
José Villa padre, recuerda esos difíciles momentos con gran dolor: “Cuando ella tenía como dos o tres meses de embarazo, un médico le suministró una droga que se llama Talidomida para provocar el embarazo… y los resultados fueron desastrosos. No hizo efecto en ella, pero si en la criatura, que nació con malformaciones y pocas posibilidades de vida”.
Cuando José Villa padre recuerda todo el dolor que atravesó para sacar adelante a su sexto hijo, las lágrimas brotan de sus ojos y las palabras salen entrecortadas. Su hijo, José Jr., está al lado, escuchando por primera vez un secreto familiar que su padre guardó por mucho tiempo.

José padre se hizo cargo de su hijo desde que nació. Su vida gira en torno a él. Su madre nunca más lo quiso ver y su rechazo fue permanente, mientras el padre hacia todo lo posible para que su hijo se adaptara lo más pronto a su condición física y llevara una vida normal. La tarea no fue fácil. El niño no crecía y su corazón tampoco. Aún así, papá logró que su pequeño aprenda a caminar.
Y narra la anécdota: “Un día agarré un libro en el que decía que para tener buen equilibrio, como los malabaristas, se debía aprender a caminar sobre algo suave, como un colchón. Eso fue lo que hice con Pepito. Comencé una terapia de todos los días y lo obligaba a caminar sobre el colchón. Al año empezó a hacerlo ya en el suelo y sin mi ayuda”.

Esa fue una de tantas dificultades que padre e hijo lograron superar. Papá estuvo siempre a su lado, enseñándole el camino. Pero no todo fue tristeza en casa: Pepe era travieso y eso le arrancaba sonrisas a su progenitor. Además, el pequeñín aprendía con facilidad y por eso desde muy temprano colaboró con su padre en las tareas mecánicas, ayudándole a pintar láminas y alcanzándole repuestos de los carros.
Sin embargo, los problemas de malformación en el cuerpo del niño ya mostraban consecuencias en su desarrollo. Peor aún, los médicos en México no le daban esperanzas de mejoría.

De tanto investigar y hablar con otros médicos, José Villa, padre, obtuvo información que cambió totalmente los objetivos de padre e hijo. Un doctor le dice que lo mejor es que busque otros horizontes. Le recomienda viajar a Estados Unidos y ubicar un médico especialista: “Me dijo que era casi imposible seguir tratándolo en México y que si no buscaba ayuda más avanzada el niño moriría muy pronto. Me dio el nombre de un médico que residía en el Estado de Utah, de apellido Sneider”, cuenta el señor Villa.

LA ESPERANZA
Estados Unidos y las operaciones

José Villa viajó inicialmente sin su hijo hacia Estados Unidos para buscar la ayuda necesaria y llegar hasta Utah. Cruzó la frontera ilegalmente en el primer intento y trabajó haciendo de todo; así logró llegar hasta Salt Lake City, en Utah. Logró contactar con el doctor Sneider, que trabajaba en la universidad de la misma ciudad. Éste le dijo que sí podía hacer algo por el niño, pero tenía que traerlo a los Estados Unidos para hacerle exámenes.

José padre se dedicó a trabajar y ahorrar dinero con el único objetivo de traer a su hijo. Viviendo en Utah conoció a Agustina, quien sería clave para lograr sus metas y salvar a su hijo de la muerte. La mirada de papá cambia cuando recuerda: “Dios me la puso en el camino. Una noche fuimos con mis amigos a tomarnos algo en un club y ella estaba ahí. Me gustó bastante la ‘güera’, pero mis amigos me decían ‘Esa pulga no salta en tu petate’. Decían que no era para mí y hoy en día es mi esposa”.

Pasaron varios meses, él trabajando arduamente, hasta que un desafortunado un día la “Migra” lo agarró y lo deportó a México. Ese contratiempo no lo desanimó. Al contrario, una vez en su tierra comenzó el proceso consular para llevar a su hijo a Utah.
En octubre de 1986, llegó a la embajada estadounidense con un objetivo muy claro y con mucha fe: Lograr la visa para regresar a Estados Unidos. “Llevábamos muchas horas en la embajada y cada persona que nos atendía nos preguntaba lo mismo. Mi hijo siempre respondía: ‘Mi papá me llevará para curarme’. Yo confiaba en que todo saldría bien”.

Varias horas después, los empleados consulares estamparon las visas en sus respectivos pasaportes. “Yo no lo podía creer! Veía los sellos y miraba a mi Pepito”, recuerda José padre, reviviendo la emoción de aquel entonces.
Pepe contaba con siete años cuando llegó a Utah con su papá. Agustina los recibió y de inmediato iniciaron los papeleos para operarlo. Muchos trámites se agilizaron gracias al apoyo de ella.

Papá recuerda agradecido: “Agustina es muy importante en todo esto. Ella firmó cuanto papel se necesitaba y en 1987 Pepe ingresó al hospital para ser operado. El mismo día le hicieron varias operaciones, en la cabeza, en el corazón, en la cadera y a los 28 días ya estaba caminando de nuevo”. La operación fue un éxito. Padre e hijo superaban –una vez más– una de tantas pruebas en la corta vida de Pepe. Para completar la felicidad, Agustina aceptó ser la esposa de José y acompañarlos por el resto de sus vidas.

UNA NUEVA HISTORIA
José Villa Jr. y su vida en Estados Unidos
El ser humano por el que muchos no tenían esperanzas de vida, hoy tiene 32 años, vive en San Marcos (sur de Austin) y desde hace muchos años conduce con los pies, un Ford Crown Victoria del 1985. Tiene licencia de conducir vigente, la cual logró obtenerla gracias a pasar todas las pruebas de manejo y solo tuvo que hacer una adaptación para usar las luces direccionales.

José Villa Jr. le ganó a la adversidad integrándose a la sociedad de la mejor manera. Estudia actualmente en el Austin Community Collegue y el 13 de agosto del 2002 le otorgaron un certificado en Tecnología Eléctrica en el área de Telecomunicaciones. Actualmente estudia para lograr su segundo crédito como especialista en Sistemas de Redes Informáticas en el mismo centro educativo.
¿Qué recuerda de su infancia creciendo al lado de su padre?, Pepe, que se da un tiempo para responder, aún está asimilando la confesión de su padre. Minutos después y después de pensarlo, dice: “Mi padre ha sido todo en mi vida, mi gran apoyo moral. Sin él estuviera muerto”.

La vida de José Jr. es casi normal: “Hago lo que tengo que hacer para resolver la situación y todo lo veo normal. Pero si tengo que planearlo todo. Para mí es muy importante observar para aprender”.
José Jr. asimiló todos los oficios de su padre: Es mecánico y repara carros, maneja las herramientas con gran habilidad, hace soldadura, entre otras tareas que el oficio requiere. Ahora le está enseñando a manejar la computadora a su padre, transmitiéndole sus conocimientos con mucha paciencia.

Papá quiere que sea un gran comunicador porque cree que es importante que su hijo transmita sus experiencias de vida a las personas que atraviesan por las mismas circunstancias terribles. José Jr. está de acuerdo.
Los valores de José hijo son tan grandes como su voluntad para vivir y superarse. La capacidad de perdón la aprendió de su padre y las aplicó cuando retomó la relación con su madre biológica: “La vi muchas veces y la visitaba en México. Ella murió hace cuatro años. Siempre la acepté como mi madre y en mi corazón siempre estaba el perdón. Era mi madre”.

La terrible Talidomida
La causa de las malformaciones de nacimiento de José Villa Jr. fueron consecuencia de la aplicación del fármaco Talidomida, que desde hace muchos años está prohibido en los Estados Unidos.
La Talidomida fue comercializada entre 1958 y 1963 como sedante y calmante de náuseas durante los tres primeros meses de embarazo. Como sedante tuvo un gran éxito popular ya que no causaba casi ningún efecto secundario y en caso de ingestión masiva no era letal.La Talidomida provocó miles de nacimientos de bebés afectados de focomelia, anomalía congénita caracterizada por la carencia o extremidades demasiado cortas.

El fármaco provocó la denominada “catástrofe de la Talidomida”, ya que miles de bebés nacieron en todo el mundo con severas malformaciones irreversibles. Muchos de estos individuos tuvieron (y tienen) dificultades para integrarse a la sociedad a causa de su discapacidad. La doctora Frances Oldham Kelsey, funcionaria de la FDA, (en la década de los 70’s), se negó a autorizar la comercialización y consumo de la Talidomida en los Estados Unidos y el fármaco nunca se vendió, ni se recetó en la unión americana.

Por Carlos H. Lozano

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